"Si te has decidido a servir al Señor, prepárate para la prueba. Conserva recto tu corazón y se decidido, no te pongas nervioso cuando vengan las dificultades.
Apégate al Señor, no te apartes de él;si actúas así, arribarás a buen puerto al final de tus días. Acepta todo lo que te pase y sé paciente cuando te halles botado en el suelo.
Porque así como el oro se purifica en el fuego, así también los que agradan a Dios pasan por el crisol de la humillación. Confía en él y te cuidará;sigue el camino recto y espera en él.
Ustedes que temen al Señor...esperen recibir todo lo que vale la pena: esperen misericordia y alegría eternas...Pues el Señor es ternura y misericordia; perdona nuestros pecados y nos salva en los momentos de angustia...Los que temen al Señor no desobedecen sus mandamientos...son fieles en amarle siguen sus caminos,...tratan de agradarle; los que lo aman se alimentan de su ley.
¡Pongámonos en las manos del Señor más bien que en las manos de los hombres, pues su misericordia no es menos que su poder!" Siracida 2.
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