Nuestro hermano que sufre y se encuentra en medio de duras pruebas (perdida de: un ser querido, trabajo, enfermedad, ruina, etc), agobiado por el dolor, necesita palabras que lo conforte, consuele, aliente y fortalezca, y no palabras de juicio o disciplina... Por lo tanto, permitamos que el Espíritu de amor de Dios inunde nuestro corazón cada vez que nos acerquemos a alguien que sufre, y esforcémonos por permitir que la Gracia de Dios destile el consuelo del Señor a través de nuestras palabras.
"...De lo que abunda en el corazón, habla la boca. El hombre bueno dice cosas buenas porque el bien está en él, y el hombre malo dice cosas malas porque el mal está en él." Mateo 12:34-35
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J.E. Hofkamp.
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